en torno
a la corona II
Es
extemporánea la nobleza. El vasallaje a nobles es en este tiempo, al menos
extraña. Y toda servidumbre, por
supuesto, es siempre bochornosa. Creo que por eso resulta atrayente e ilustra
la serie inglesa The Crown, lanzada en 2016, que ya lleva rodadas dos
temporadas. Su autor, Peter Morgan, ha
puesto foco en los personajes principales de corte y gobierno, además claro de
los centrales: Isabel Segunda y Felipe Duque de Edimburgo. Se los ve como
personas comunes encadenadas a las exigencias del protocolo, y no siempre bien
asistidas por políticos avejentados, débiles, o en el peor de los casos,
enfermos.
Además,
nunca mejor oportunidad para profundizar el conocimiento del enemigo. Así,
repetía Raúl Scalabrini Ortiz –y Perón valoraba su consejo-, nos mantendremos
mínimamente protegidos, en un país que ha recibido ya más de una docena de
invasiones inglesas.
Son
interesantes los retratos que elaboró The Crown, de los tres Primeros Ministros
que formaron gobierno en los diez años inaugurales del reinado de Isabel II. De
los tres, el más conocido es Winston Churchill, que gobernó bajo los laureles
del triunfo aliado en la segunda gran guerra. Personaje a propósito del cual
caben todas las ironías. Su poder se fundó en la oratoria y ejerció marcado verticalismo
sobre sus correligionarios conservadores durante dos períodos de gobierno. Pero
a este Sir Winston, ni por poesía ni por prosa,
sí por supuestas sangre, sudor y lágrimas, se le adjudicó uno de los más
inexplicables y escandalosos nobel de literatura. E hizo públicos sus
merecimientos (o mejor dicho inexistentes créditos), cuando irónicamente
sugirió que se le otorgaba el premio por su protagonismo en el triunfo aliado.
Actitud que en suma quiso significar: no soy tonto… sé que no lo merezco y que
me premian por otra cosa. Y no podía ser el Nobel de la paz, por cierto, ya que
había ordenado ejercer la ley del talión con los bombardeos en Berlín que
cobraron cuantiosas víctimas civiles, precio quizás para solventar tantos
británicos muertos por la aviación y las V2 alemanas. De manera que fue el
Nobel de Literatura.
¿Reconocía en su aceptación el sire Winston que para ser escritor le
faltaban kilates? ¿O se valoraba entonces el relato y crónica históricos como
literatura? Reconocimiento, este último, que aún hoy se encuentra “verde”.
En las
escenas finales del último capítulo de The Crown dedicado a Winston Churchill,
Peter Morgan nos presenta al Primer Ministro renunciante que prende fuego al
retrato con que la Cámara de los Lores lo ha agasajado al fin de su mandato. En
él se ve tan viejo y caduco como en realidad está. El sire no lo admite, ya que
siempre pretendió atribuir para sí la lozanía e impertérrita belleza que se
admira en la corona británica. Un maestro de enmascarados, con tantas caretas
como le fueron necesarias. Un hipócrita como pocos.
Un poema escrito
por el ex primer ministro británico y Nobel de Literatura Winston Churchill, el
único que le ha sido atribuido en edad adulta, no encontró comprador en una
subasta celebrada en Londres. El poema encontrado por casualidad y hasta hace
poco inédito, había sido estimado por la casa Bonhams en 23.000 dólares. La
pieza, titulada “Our Modern Watchwords” y de 40 versos, fue escrita por
Churchill cuando era un joven oficial del cuarto Regimiento de Húsares
británico y tenía
unos veinticinco años de edad, antes de 1901, según Bonhams. Se trata de un
tributo al Imperio Británico, en el que el autor lista algunos de los frentes
extranjeros en los que su ejército trataba de avanzar en aquel momento, entre
ellos ciudades de China, Japón y Nigeria (…). El poema subastado hoy es el
único escrito lírico conocido de Churchill, primer ministro conservador desde
1940 a 1945, y de 1951 a 1955, a excepción de “The Influenza”, que compuso
cuando tenía
quince años y con
el que ganó un concurso escolar. Roy Davis, un coleccionista de manuscritos de Haseley,
en Oxfordshire, fue quien descubrió este poema, cuya calidad literaria, según
reconoció, no está al nivel de la famosa oratoria de quien fue primer ministro
británico durante la Segunda Guerra Mundial. La excelencia de sus discursos,
así como su “dominio de la descripción histórica y biográfica”,
le valió a Winston
Churchill en 1953 el Premio Nobel de Literatura de la Academia Sueca.
Fuente:http://emol.com
-10.04.2013-
(c) Carlos Enrique Cartolano. Recuerdos del olvido, 2018
Ilustración: Sir Winston Churchill ...
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