Cuando
Jerry Uelsmann montó su muestra en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, yo
había cumplido veinte años y era en buena medida consciente de los dones
recibidos. Ambos supimos entonces cuáles
eran los límites de la realidad. Mientras él encadenaba negativos de miradas
sucesivas, yo leía a Fijman en Talismán, y deambulaba llevando la antología de
poesía surrealista de Aldo Pellegrini bajo el brazo. Críticos tenaces del ojo
común, nos supimos demiurgos de cuanto resultó invisible para las mayorías -hablo
de multitudes bajo el rigor de Paul Samuelson-. Después, ambos comprobamos
vistas aéreas: cuanto pudo ver el genitor primero en vuelo jubilar. La visión era
afortunadamente surreal. Supongo que Jerry, con doce años y medio más que yo,
habrá alcanzado una definición. Quizás cuanto más predique el horizonte en
Querétaro, o la suma impar de pezones henchidos y sonrientes desde cien jóvenes
africanas que posan en Lobamba, Suazilandia.
1967: primera muestra
fotográfica de Jerry Uelsmann
en Nueva York. 50 años
después ambos continuamos jalonando satoris
(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras imaginarias, 2018
Ilustración: Jerry Uelsmann (c)
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