159.
Vuelvo al papel mirándome la cicatriz por mirarte. Soy la marca de tu
amor, soy una cicatriz, y cuando escribo te asomás a tu propio recuerdo por
mirarme. Somos la mirada simultánea, somos un dúo irrepetible de cicatrices;
somos heridas del agua, del aire, del fuego y de la tierra. Volvés al papel
mirándote en espejos de tu propia cicatriz, y escribimos. Por instantes se
establece el diálogo, aunque el vórtice del ápeiron muy pronto diluye el
sucedido y vuelve a la indefinición.
Ahora escribo –y escribís, escriben– por sostener el inédito verbal del
12 de enero, cuando dije: la literatura
es un diálogo de cicatrices, con mi sorpresa al sorprenderte, y sorprenderlos.
Sergio, Bibi, Fabio, Rubén, Sebastián, Silvina, gracias por mantener el diálogo
que fundó Borges –una vez amé, y ahora
recuerdo–. Maestro Oteriño: comprobamos la andadura de tu conversación infinita, y es la gloria.
La
literatura, en fin, asegura sobrevida, se impone a lo indefinible, responde y
carga vocación de infinito.
Ojalá así sea, y que
alguna vez se llame eternidad a la literatura.
(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021
Ilustración: Herchii (c)