¿Aún
estás aquí? Ciño el pecho con los brazos y pregunto si acaso te cobijé lo
suficiente. Las imágenes no se recuperan en bordes y color, aunque sí en
profundidad. Quiero decir en impresión. Flashes que pueden tatuar la lengua con
palabras nuevas. Él, el pequeñito sigue ahí, sentado en el cordón de la vereda,
con cuatro o cinco años pero mirada de al menos quince, a un lado del acampe,
junto a quien parece ser un padre derrotado, al que surcan la miseria y el
desamparo. Se huelen humo y cítrico, acidez y espera, silencio del cantón,
vigilia en torno a las ollas, y de los neumáticos quemados sólo quedan las
manchas sobre el pavimento. Hasta la ceniza voló.
El
chiquito pregunta, y su experiencia joven es arma que asolará el campo de
batalla cuando transcurran algunos años. Los automovilistas truenan reclamos
mientras camino. Entonces soy sombra antes que cuerpo. Vuelvo cincuenta años
atrás: las mismas culpas, idénticos patrones y más lágrimas. Más. Ríe la
muerte.
Acampe en Avenida Luro.
12 de marzo 2018
(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras imaginarias, 2018Ilustración: Vadoaju (c)
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