Por
este lado se pegó alguna piedad en la mirada, términos médicos que acaban
rigurosamente en sis –por eso son siempre afirmativos y difícilmente nieguen
cuando los porcentajes del bioquímico acreditan–.
Del
otro lado del cuerpo no dejan de sonar campanas que llaman al recreo, ancho y
profundo el valle invita a la carrera que abre el apetito, allí reina el beso y
el amor sucede naturalmente en cada brizna de hierba y todo terrón del surco.
Al fondo, tras la cortina de álamos plateados, continúa la proyección de buenas
memorias. De esa única película, todos abrevamos para no olvidar.
Aunque
implacable en ese prado, cada día la lluvia borra los tatuajes. Despega aquello
que el cuerpo cargó sin complicidad de pasión o enamoramiento. Los pegotes
montan el viento, y a la vista siguiente preguntamos por cuanto sabemos, pero
afortunadamente olvidamos para continuar viviendo.
Arrecia en mí la
artrosis
(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras imaginarias, 2018
Ilustración: Frida y Diegop
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