Volverse
sólo cuestión de números semeja área de bombardeo, un campo de batalla. Entre
tanto dicho en estos últimos años, alguna vez definí al número como un ente de boca estrecha y corazón de lata.
Del cual esperamos la muerte, el último reflejo, la hora final. Las guerras, la
persecución y la violación de los derechos del hombre en todas sus formas, son
afluentes del número. También la descomposición social, la corruptela cultural,
la miseria y el hambre, el crimen en todas sus modalidades… Quiero decir:
cuando todo se espera de la economía perdiendo de vista la naturaleza del
hombre y su vitalidad, el sentido de la existencia humana, un futuro que
merezcan las raíces y el pasado que honramos, se producen los accidentes que
condenan la vida en cada uno y nos acercan a la muerte. Son verdaderos
atentados.
El
accidente consistió en una burbuja de metano que epilogó tanto
irresponsabilidad, como apetitos económicos desmedidos del capital mundial. El atentado:
la imprevisión que generó el derrame de petróleo más importante de nuestra
historia. Y las consecuencias, que están a la vista, comprometieron
drásticamente las condiciones de habitabilidad del planeta. Productos del
número, que el mismo número –por la vía de penalidades e indemnizaciones- jamás
podrá obviar, ni siquiera disminuir.
En el
terreno de las etimologías, nuestra palabra derrame
abreva en alejamiento, y en rama descendente. Por cierto, estamos en
presencia del hombre que toma distancia del hombre, que pierde estatura moral y
licúa su porvenir. En tanto, desborde es cuanto supera los límites, crea una
ley propia al borrar los bordes, desata manifiesta furia contra un estado de
situación o equilibrio en la convivencia humana. Más allá de medir y comparar,
quien se refugia en el número y hace de él su horizonte es un criminal, y para
peor escupe hacia arriba.
La plataforma Deepwater Horizon perforaba un pozo a 7
kilómetros de profundidad y a 64 kilómetros de las costas de Luisiana. La plataforma
la operaba la subcontratista Transocean.
Otra empresa,
Halliburton, había sellado el pozo con cemento y lodos pesados. Una burbuja de
metano ascendió a la superficie el 20 de abril de 2010, provocando una
explosión y un incendio. Dos días después se hundió la plataforma. Emanó al
océano una cantidad de crudo equiparable
a la superficie de la isla de Manhattan.
No se selló la
fisura hasta el 15 de julio de ese año.
Dos años después
del vertido de 4,9 millones de barriles de crudo al golfo de México, la
petrolera británica British Petroleum aceptó declararse culpable de 14 cargos
criminales y pagar 4.500 millones de dólares en concepto de indemnizaciones; de
ellos, 1.256 obedecen a una cláusula penal, la más alta en los anales de la
justicia estadounidense (…)
BP se declara
culpable de 11 delitos por negligencia y fallos de seguridad en la plataforma de
extracción de crudo (…), en la cual una burbuja de metano provocó una explosión
que mató a 11 trabajadores y dejó abierta una fisura en el pozo durante 86 días
(desde el 20 de
abril, hasta el 15 de julio de 2010) (…) La mayor parte de la indemnización se
pagará a la Fundación Nacional de Pesca y Vida Silvestre en un plazo de cinco
años (…) (Sin embargo) queda abierta una plétora de casos por la vía civil, a
los que la empresa aún debe responder. Hasta la 9.06.2014, BP ha pagado 14.000
millones de dólares en labores de limpieza y reconstrucción, y ha establecido
un fondo de 20.000 millones para indemnizar a los afectados,
de los cuales sólo
ha empleado 9.000 millones hasta aquí. La petrolera emplea a unas 23.000 personas
en EE.UU. ((sobre un total de 74.500 en todo el mundo, resultando la octava empresa
privada en importancia del concierto universal, según Forbes))
-Composición de
diferentes fuentes de noticias-
20 de abril de 2010
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