El
cadáver desborda otra vez frente al cristalino. Eso diría el maestro, y ahora
aplica en mí perfectamente. Expuesto al balance, incómodo en andariveles de la
letra, sueno extemporáneo, al menos a favor de una corriente de rescates que
vino marchitando en últimos tres años. Acaso lo que debía decir ya está
escrito, el ocaso apoye sus párpados en mi cuerpo, sobre la saga de tantas mañanas
de discurso. Vacilo, divago, basculo en ámbar, negro ausente, me encandilo, la
estación me ahoga las más veces, nunca tosí antes como ahora, las palabras se
pegan a paladar y dientes, tardo en recurrir a la ducha (quizás por retener una
mirada en fuga). Releo lo dicho, digo cuanto dije, lo invierto, estiro o
comprimo. La verdad entra en sólo una palabra, aunque se resista, de con manos
y pies en interiores del capullo. Este es mi estante. Como si todavía me fuera
permitido concebir, moldeo una y otra vez al ángel libertario que me habita.
Incomodidades de la
prosa,
(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras imaginarias, 2018
Ilustración: Florian Imgrund (c)
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