Me curé mientras iba del fermento a la caldera
Varias veces cumplí lo que soñé despierto y
Enfrié los restos de erupción y tea. Ya escribí
Lo que jamás había imaginado entre el puño
Y la cabeza. Amé campo adentro y en el límite.
Comí con santos sabios miserables pero sólo
Los pobres me invitaron. Algunos me admiraron
Por lo que molestaba y otros llegaron a odiarme
Por lo dulce en mis entrañas. Afortunadamente
Me siguieron unos pocos rebeldes memoriosos.
A mí y a los orígenes me debo y a las palabras
Del atardecer que día a día reclaman alimento
A quienes me esperan en los planos del espacio
Digo en el otro cielo: súbita estafeta de estrellas.
Me lleva la senda sinfín de farolas encendidas.
© Carlos Enrique Cartolano. De Negro de hueso, 2012
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