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18 de abril de 2012

Voyager




El viajero del desierto suele tener por compañero
a un pájaro, un pájaro que con la facilidad de su vuelo le deja
a menudo tan atrás que parece perdido para él; pero siempre para volver
a sus ojos, pues él no había perdido de vista ni olvidado al peregrino
que va avanzando pesadamente por el suelo.
Guillermo Enrique Hudson, de Mansiones verdes



Pues nadie detendrá ese viaje un vuelo grabado a fuego
En su pecho. Nadie nadie mientras la espuma se apague
Las cenizas se dispersen se evapore la distancia. Nunca
Mientras se siente en sus ojos un ángel veleta que desate
Arterias y atice el fuego. Nadie nunca detendrá ese vuelo.

Nunca mientras se dilaten riberas las playas sean limpias
De curiosos. Nadie mientras un abanico se despliegue
En la estela mientras cien caminos blancos se olviden
Del agua del bote y los marinos. Nunca si cruza sus alas
Un ángel entre párpados del día. Nadie nunca aterrizará

Ese vuelo: Revoloteos por las torres de praga una cena
En fortaleza con langostinos anaranjándose el segundo
Café en gijón y el primero de la paix turbulencias graves
Sobre machu pichu donde el inca sienta reales la última
Mirada a la tumba de los Medicis. Nunca nadie asesinará

Un ángel de viaje ese que vuela para lo que no se vió
Que peregrina gozando de viejas miradas o por la última
Pluma de libertad el placer de compartirlo con este amor
Maduro. Nadie nunca mientras el ángel devuelva un sabio
Humanice en sus hombros y de dos haga un hombre simple.


© Carlos Enrique Cartolano. De A vuelo de ángel, 2012

Ilustración: Julio Vanzo

2 comentarios:

Alicia Abatilli dijo...

Carlos Enrique, es un placer leerte.
Tiene tantas imágenes tu poesía que cierro los ojos y me parece estar viéndola, es así, tu poesía es para ver con los ojos cerrados.
Un abrazos.

Carlos Enrique Cartolano dijo...

Gracias, poeta! Humildemente admiro lo tuyo...