Del otro gallinero en que era jefe no recuerdo más
Que el resultado de fusión de razas y colores cuando
Se congregaban con alas inútiles a picotear lombrices.
No había gaviotas grullas ni flamencos menos ángeles
Sólo cacareos diarios y ronquidos por las noches.
Los calambres mañaneros seguro que debidos
A descansar sobre parrillas de alambre los pulgones
De paja y plumas merodeadores siempre pero mudos
Las preces monitoras clavando espuelas. Sólo añoro
El aroma a jabón que manaban al abrirme la puerta.
© Carlos Enrique Cartolano. De Negro de hueso, 2012
Ilustración: Reinaldo Tamayo
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