Afortunadamente
el imperio de la sombra fue limitado a cada hombre
Conjuro
del contraluz nocturno el que arrastra su barrilete negro
Al día
siguiente. Tampoco hubo nunca palabras sin borra ni evocación
Sin
rostro sueños embotellados que no llevasen tapón de corcho ni pincel
Que no trabajase
por fuera o sobre la torpeza del artista. Es que el amor
Siempre
cuaja si arde el hombre la pasión es comburente. La mujer es
Sonrisa
que se envaina: cuando ríe se abren abismos bajo pies de macho
Si ella canta
él volatiliza. La cama es el hoyo vital su barra: todos
Los
declives conducen a ella con fortunas palacios galas y sentencias
Enterrados
en su playa cuerpo y alma tal como bivalvos que el amor cuaja.
© Carlos
Enrique Cartolano. De Leyes, 2012
Ilustración:
Erika Kuhn ©
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