eran cinco piedras aquí en la infancia
tan lejana
heredadas de padres tobas y wichís
artilugios
de la mano que compartieron en áfrica
árabe y en tierras del al-andalus.
prodigios de niño sentado al umbral tardío.
tardé confieso en bautizar mis piedras:
arrojé el dinero al aire
por rescatar la inteligencia
y con ellos dos bien altos
manoteé el amor la amistad y mi palabra.
carozos de fruta o frágiles semillas
dió igual con tal de que no rodaran
ni se alejaran demasiado
el
mundo pudo conquistarse
con estas cinco piedras
de payana payanca dinenti o kapichúa.
© Carlos Enrique Cartolano. La lengua es un pestillo,
2014
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