No hay algodón que cubra estas púas ni velas al mar
Que lleven lejos de la playa. Se está de pie. Es
posible
Sí: el sueño transporta sin dejar marcas al menos no
Hasta devolver su precipitado de espejos. Sin algodón
Ni venda que proteja el paso del calvario y sin
descanso.
Extraña mañana sin palabras que alguien encontrará
En mi pecho. Cuando todas las voces señalan crepúsculo
Yo digo: nuevos
dados al cubilete. No temo a los ardides
A demonios que asalten dimensión a racimos de la
muerte
En los jilgueros a laberintos en los labios. Ahora no
temo.
© Carlos Enrique Cartolano. De Plumas y susurros, 2012
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