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17 de octubre de 2022

Abandono la casa. Queda la población poética...





 Viví 14 años publicando en este blog. A partir de aquí continuaré escribiendo desde las lecturas de quienes visiten la casa. ¡Que este sitio sea  un árbol frondoso donde se refugian los pájaros; que suene por siempre su armonio!


  

Carlos Enrique Cartolano, Mar del Plata, Argentina, octubre 2022

8 de octubre de 2022

Cuando sueño con dos ...


 

258.

  Cuando sueño con dos personas a las que quise, y mucho amé, lo que me aborda es el asombro, para luego sentir que pronunciaré o escucharé las palabras pendientes. Eso que nunca dije, aquello que quizás ellas omitieron a último momento, y que yo necesité escucharles. Fantasmas verbales vistos o sospechados, que pudieron separarnos. El asombro no cede durante el sueño, y las palabras se multiplican desde mí y desde ellas, casi interminablemente. Entonces, entra en escena mi pareja actual y tercia con razones que podrían liberarme. Hay ocasiones en que me parece escuchar o pronunciar las pocas palabras necesarias, las capaces de cancelar o enriquecer baldíos del alma, pero cuando despierto, las he olvidado sin remedio.

 

  Porque el rigor de este tiempo consiste en despertar más cerca del no puedo que del podré, en noches cada vez más noches por lo oscuras. Cuando despierto flexiono los dedos de ambas manos, busco ahuyentar la torpeza en las articulaciones, ese dolor tan común en personas de mi edad. Como si el merecimiento prodigara algún derecho a olvidar.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: La mente es maravillosa (c)

 

Si dialogo en sueños ...



257.

  Si dialogo en sueños, lo hago con solo tres personas. Ninguna de ellas es próxima ya, pero seguramente compartimos pendientes de hechos o palabras. Motores de la imagen onírica son –al menos, en mi caso– el crédito y la deuda. Cuando se trata de mi padre, muerto cuando yo contaba diecisiete años, vuelvo al momento en el cual –él con los ojos cerrados, y en su cama de hospital– me pidió un cigarrillo, que yo por pudor le negué, mientras el paquete de 43 negros con filtro quemaba en mi bolsillo interior. Papá murió dos días después; entonces, le había contestado que fumar le haría mal, aunque ahora creo que le hubiera resultado absolutamente placentero, que lo hubiera liberado del dolor por un momento. Sueño entonces que le doy el cigarrillo, y que después lo prendo en su boca, mientras él ha sacado su mano derecha de bajo las sábanas, y me lo agradece en medio de un ataque de tos. He regresado a la escena incontables veces; ahora que no fumo desde hace ya más de diez años, no logro pagar la deuda, no puedo liberarme de aquella estúpida negativa. Y continúo soñándolo.

 

  Sé que debo matar esa culpa. Pero mis sueños no lo saben; ellos prosiguen adelante, como si la acción se desarrollara en un escenario sin tiempo y los asistentes a la función teatral tuvieran derecho al desenlace. 

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

 Ilustración: Mercado Libre (c)

La muerte a punto ...


 

256.

  La muerte a punto de tocarnos, nos apunta sin vernos. El fin late próximo a la certeza, aunque por el momento nada sea cierto. La muerte pasará muy cerca, nos rozará, seremos vecinos del número aunque nuestros nombres puedan resultar velados. Nos asomaremos con sana intención de fuga y excepción; el viento nos soplará en la frente; seremos, al menos ahora y sin necesidad de viaje, ciudadanos del mundo, materia de escándalo y despojo, foco de resistencia inútil, unas pocas palabras en páginas finales de algún libro. 

 

  Al anotar el texto, a mi alrededor crece la esperanza, aunque también la incertidumbre por el futuro próximo. Hemos venido solazándonos en el presente, en él nos esculpimos decretando la inmovilidad, como si fuéramos cada uno roca de sí mismo. Abro la ventana y respiro la brisa de primavera; la tan esperada estación del año es diferente esta vez.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: El Economista (c)

Tú/ la externa...


 

255.

  tú/ la externa/ palabra de mi poema/ me creces/ hasta el límite de voz, dice Miguel Veyrat. Desde Sevilla escribe, y van en paralelo nuestras realidades, me digo, mientras extiendo en cruz los brazos en plena deriva. Soplan vientos oceánicos, solo un océano nos separa, y es velamen la palabra.

 

  Hasta el que me recuerda en carne y hueso, hasta el que ya me leyó, o al que me lee por primera vez, el viento lleva la palabra, o en algunos casos, es el verso mismo que vuela. La escritura es deseo de fértil semilla y pronto crecimiento.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Gramho (c)

No me hace feliz ...

 


254.

  No me hace feliz hundirme en humores negros del recuerdo, cuando todo es distancia, oquedades del grito, fracasos de la carne.  Los puentes han caído; la melancolía es barco sin rumbo, labios sin reposo, llanto de arena. Hay un nombre y un gesto le pertenece en viejas complicidades; ignoro si persiste la correspondencia. Mejor no ver, callar, mientras prosiga el viaje y gotee la avería.

 

  Resultará oportuno confiar en el inteligente relato del film  La correspondencia  de Giuseppe Tornatore, 2016, durante la cual la bella Olga Kurlyenko se desvive llorando, porque ignora que sus lágrimas contienen el más genuino y fértil sentimiento. Su amante muerto ha urdido un sistema de envío de mails y cartas que le aseguran la inmortalidad en esperanzas de su amada. ¡Cuántas páginas habrán colmado los poemas  en ese intento que también –por qué no– es el mío!

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: David Alfaro Siqueiros (c) 

Hay un rostro...


 

253.

  Hay un rostro que rescata del abismo. Hay un tatuaje sobre el ímpetu vital, con fecha y hora de alguna ocasión, que no se permite olvido. Puede ser una sonrisa, lágrimas sobre imagen de dos en el espejo, o el idioma de tus pies azules cargado de palabras que solo vos y yo reconocemos. Pero siempre es regreso, o fantasía del reencuentro, siempre levanta la luna tu mirada.

 

  El amor pasó. Como si fuera una gragea que gana el líquido, su paso tiñó el arroyo interior al disolverse. Y en la nevada nocturna, sus huellas brillan bajo el resplandor de luna nueva.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Anouk Griffioen (c)

¿Por qué irse? ...



252.

  ¿Por qué irse? ¿Por qué el equipaje? Quizás permanecer en uno, solamente cuerpo y jardín del paraíso,  resulte la medida. Y aun así migramos. ¿Acaso son miedos por invasión o desgarro? Tal vez el sinsentido, la confusión con uno al sentir atracción por otro, o cuando densas nubes de otoño para invierno nos envuelven y creemos que ya no somos lo que fuimos.

  Por qué fugar si en el amor se es imprescindible: el pan para la boca, dulce estremecimiento sobre la piel de fiesta, y lo que jamás cambia o se permuta.

 

   Nos parió el amor.  Hacia el amor siempre fui, y él se quedó conmigo –contra tiempo, quiebre y distancia–. Vuelvo a proyectarlo y él me proyecta en arte: su fruto. Con naturalidad, porque de amor estamos hechos; con ironía, risa y lágrimas, porque él nos sacude y nos cambia. Con la sugerencia de imágenes de Nikolay Tomalchev: como él, soy un constructor sincero.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Polly Penrose (c)


Siempre te vas ...

 


251.

  Siempre te vas, despidiéndote o no; en eso nos parecemos. Pero te ponés en fuga avisando. Decís: no me busquen porque no me van a encontrar. En esto no coincidimos; yo me voy sin proclamarlo, pienso que al resto le basta con mi ausencia, que creo notoria –quizás es en el peso de mi falta que tanto me equivoco, porque en privación, uno puede pesar más que otro–.

  Cuanto pende o arrastra: una mochila, la valija, el tiempo dedicado a seleccionar lo que acompañe, la ruta o riel en perspectiva, quizás un aeropuerto, tal vez vos descanses a un lado del camino sentada en la valija. Yo no podría.

  Siempre nos vamos: somos la frustración del personaje que alcanzó su estadística, y elabora el desenlace.

 

  Pero este es tiempo de irse poco, o de no irse demasiado lejos. Los viajes a la capital, los vuelos al exterior, casi todos los traslados se han acotado en tiempos de pandemia. Y lo que más se lamenta es la ausencia de visitas, de los poetas de extramuros, que colmaban las mesas de lectura en marzo, o que durante el año decidían presentar sus libros aquí; ellos ya no vienen. Sin embargo yo viajo; diariamente elijo un destino y enfoco en él la escritura. Para que todo vuelva a suceder.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Polly Penrose (c)

Un tiempo plano ...


 

250.

  Un tiempo plano frente a mí desarma, me vuelve indefenso a vista de otros, casi inánime. He vuelto con las primeras luces, aunque sin que la imaginación levantara vuelo. Al desovillar sueños y deseos de la noche, la pesca resulta miserable. Después hay quienes regresan internándose en mis sombras; son los mismos que al atardecer fugan despidiéndose en mudo coral de llantos.

  La memoria no cuenta; las aberturas se han sellado. No hay mirada atrás ni cristales al mañana. Frente a mí, un tiempo plano, impenetrable, manda.

 

  Ni más ni menos. Tal la tremenda condena de este tiempo. Y para todos vale.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021


Hoy me despertó ...

 


249.

  Hoy me despertó el dolor en la mitad izquierda de mi cabeza. Media mañana, media vida, incluidos encía, oído y coronilla, sensibles a la menor presión. Como suele suceder, mis lecturas de la mañana coincidieron con un evento corpóreo: el poeta Julián Muro me dijo que la luna crece de izquierda a derecha, y decrece de derecha a izquierda cada noche. Ahora me preocupa saber cuál fue mi viaje de la última noche; si patiné sobre la superficie polvorosa y fría de la luna, y traje conmigo energía satelital para mi calendario de mareas, para mis rompientes de persistente enamorado. Acaso deba este dolor al síndrome lunar de aquella diosa violada tantas veces.

 

  No sé si los antiguos, si Robert Graves, Leopoldo Lugones, o Hugo Correa Luna, me mostraron el más corto camino hacia el satélite. Solo sé que dediqué a la luna un poemario completo. Y no solo la contemplé, y muchas noches viví en ella,  sino que compartió mi mesa y mi lecho de enamorado.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Calculadora Online (c)

A mitad de camino ...

 


248.

  A mitad de camino, en entreacto de dos siglos, con un pie de cada lado, y un idioma migrante que quizás combata turbiedades de juventud. En defensa de llaves de luz, contra jaulas selladas y candados, aunque en patria de pájaros sin alas, escrúpulos que nadie explica, y mentes cautivas del silencio. Estoy de pie sobre la margen norte de mi corriente, y veo pasar el cadáver de Ofelia a flote del suicidio. Antes amor, antes traición, antes única mujer.

 

   ¿Acaso único amor y solo una mujer para el hombre, apenas un hombre para la mujer? El temor a la inseguridad nos educó desde la más temprana edad. Así la falsedad y la hipocresía dibujaron al posmoderno, para que al cabo la rebeldía volviese a coronar dama.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Paul Albert Steck (c)


El tercer ojo...

 


247.

  El tercer ojo: hice un recorte destinado a sintetizar cuanto se ha dicho de él; recordé a Lobsang Rampa –místico o comerciante, nunca lo supe–, y a mi amigo Adrián: su lectura casi obsesiva de los libros de aquel. El vórtice, la energía, la senda al jardín interior donde la poiesis cifra al hombre, el ver más allá, el ver atrás cuando dibuja ventana a la glándula pineal –entonces es la mirada del ángel de Walter Benjamin–. Y recordé a Ulises de frente al cíclope, cuando el volcán en erupción hizo temer por los navíos en torno a la isla. Y escuché al loco, al clarividente, a Rimbaud en viaje africano, al poeta maldito, al moribundo en último balance.

  Me dijeron de las teorías del doctor Rick Strassman, sobre el DMT o molécula espiritual, la dimetiltriptamina, un enteógeno alcaloide que sería excretado en grandes cantidades al nacer y al morir. Y recordé la herencia cartesiana, el pretendido territorio del alma, por la que la fisiología de la glándula pineal está involucrada en la sensación, la imaginación, la memoria, y hasta es causa de los movimientos corporales.

  Y me detuve en el cuerpo, en la ubicación del tercer ojo, en el dolor que la confusión produce, en la impotencia que surte la condena por fragilidad del hombre. Y en cada pregunta y todas las cuestiones sin respuesta; y en todas las preguntas que he formulado.

  Una vez más reflejé mi abdomen en el espejo, y allí, en uno de los bordes de la herida encontré una ventana a lo inexplicado; no sé si el tercero, o acaso un cuarto ojo, bajo broche y cinturón, definiendo mi naturaleza inferior, mi rusticidad o tal vez mi preferencia por satisfacciones de la carne.  El otro vórtice, la mirada imperdonable, un rastro quirúrgico que insiste en alzar párpados y tender nuevos cascarones;  mi vínculo con el surco oscuro del jardín. Castigo quizás, o condena firme puesta en camino.

 

  Si hay más de un corazón, se ha dicho, y es posible sentir con los intestinos, por qué no disponer de terceros, cuartos y hasta quintos ojos en distintos puntos del cuerpo. El hombre genérico, en cuanto inexplorado, es una existencia desconocida.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Aldo Sessa (c)

Vendrán a buscarme ...

 


246.

  Vendrán a buscarme, por cierto. Como a todos. Pero ¿ustedes sabrán hacerse a un lado? Darán algo a cambio a los verdugos, o se entregarán sin consideraciones ni legítimas defensas. Les advierto que yo ofreceré prioridades a mi vecina, la que se desgañita diariamente y por largos minutos en su teléfono, obligándome a tomar distancia del muro divisorio. Y también recomendaré los méritos de la joven parejita del piso superior; ambos practican gimnasia a toda hora, sobre todo durante la noche cuando pierdo el sueño en mi cama, inmediatamente por debajo de la de ellos.

  Y cuando concilio el sueño, puedo dibujar pesadas fantasías, olvidar qué puerta da con la salida, o por cuál entré. Es así del otro lado: cuando el sueño termina, haya o no conciencia de él, algo recomienza. Si el sueño se repite una y otra vez, querrá decir que es el último; entonces, en alguna de tantas cesuras me diré: ¡Ah! Ya estoy muerto.

(c) Carlos Enrique Cartolano."Scherzo", 2021

Ilustración: Sabadell

La gran guerra...



245.

  La gran guerra impresionó profundamente a Maurice Ravel; se sintió convidado a participar de ella, porque la consideró el motor de cambios largamente esperados. Fue rechazado por sus escasos peso y estatura, aunque finalmente logró a través de amistades, revistar como chofer de camión. Sin embargo, pronto el horror terminó con su ingenuidad; la muerte de sus amigos caídos en acción demostró al compositor que nada podía esperar fuera de su propia mutación interior. La muerte de su madre terminó por evidenciar que aquellos no eran ni lugar ni tiempo para el artista. Y nada volvió a ser como antes para Ravel; tampoco su obra. Su primera gran creación de posguerra fue La Valse; en ella pueden comprobarse los rotundos cambios en su composición artística, y por ende en su visión del mundo.

 

  Ravel y Manet. Mis asociaciones en artes que no domino. Percibo en ellos la misma luz, la sorpresa alborozada, la necesidad de expresión en cada nota o pincelada. Y por cierto, La Valse es una de las composiciones que más me hacen vibrar. 

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: La Valse

Cerca del agua ...

 


244.

  Cerca del agua perdida del mar/ que no se puede perder ni encontrar, proclama Joan Manuel Serrat a Miguel Hernández en mi reproductor de discos compactos. Y el aire de la habitación se humedece con sabor salobre y aroma de arena yodada. Minutos antes Javier Funchal me hacía ver en uno de sus versos el dolor del árbol por la hoja desprendida, también perdida cristales afuera, donde hoy el otoño puede más. La realeza vive en cuanto nace y muere entre labios, entre líneas, entre dos horas del atardecer, o en el vago recuerdo de un Rubens abundante en rojos.

 

  Los más dolorosos crepúsculos son los otoñales. Me refiero al segundo crepúsculo del día, cuando –al menos en mi barrio–, los estorninos emprenden el regreso.


(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Javier Funchal (c)


De Kira Perov ...


 

243.

  De Kira Perov, dijo la crítica, es la wonder woman del artista, su productora, quien apaña sus fantasías y se compromete con traerlas hasta la realidad del arte visual. Ella se dice potencial continuadora de Bill Viola, intérprete fiel, sus ojos, su cámara y cada uno de sus recursos. Mujer en su más alta definición.

 

  ¿Acaso es posible el arte que plasma una pareja? ¿O es que uno concibe y el otro aprueba y produce?

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Bill Viola (c)


Bill Viola...

 


242.

  Bill Viola, poeta del videoarte, pendientes sus bodies-art en extremos, a la vez en opuestos, tal como en la poiesis las palabras. Es de naturaleza del hombre el detrito, dice, porque a su medida áurea responde la corrupción, sea que lo desvista de arriba hacia abajo, como cuando lo reconstruye de repositorios a coronilla. Tal también su diálogo con el agua, la calma del Buda: su sonrisa es reptil de dos cabezas. Vida y muerte, alta ternura y desaprensión. La obra de Viola atraviesa a un tiempo a místicos, filósofos y poetas. La historia del arte dice en él.

 

  Y un nuevo misticismo. Cuando el arte se diviniza,  un paso por delante del arte sacro. Este poeta de la imagen en movimiento, es amado por opuestos: clericales conservadores y revolucionarios.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Bill Viola (c)

Dije del silencio ...


 

241.

  Dije del silencio más profundo: el de la distancia; este del tiempo centellante, cuando levanta columnas de humo y me consume. Junto con escenarios, horizonte y secuencia.

 

  Siempre está el horizonte, aunque no lo vea, mientras presto cultural preferencia al escenario, confundido por la secuencia de hechos y actos, por la casualidad, por lo fatal. ¡Pero qué fácil resulta encolumnar mis pasos hacia el horizonte, visible a través de la escritura!

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Naomity deman (c) 

Espero sin sorpresas...

 


240.

  Espero sin sorpresas, ahora sin visitas; soy amante en retirada, confeso de milagros, alumno de propia sabiduría, censor del tiempo. Dejé de lamentar pérdidas cuando supe de un vasto territorio en la memoria. Todo puede levantarse, es posible iluminar desechos, urdir en nueva trama tanta atadura, recuperar la felicidad en el recuerdo. Mis potencias logran que todo vuelva a suceder, y transcurra mejor, sin fragilidades, sin quebranto.

 

  Sucede cuando la esperanza, don natural del hombre, triunfa. La prefiero a cualquier crítica, a toda certeza de pesimistas. Ella me permite retomar esta serie,  pensando en comunicarla.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Los devoralibros (c)

En soledad ...

 


239.
  En soledad no estoy solo. El noventa por ciento de cada día estoy conmigo, soy mi conviviente educado y tolerante, conocedor de ventajas, fallas y secretos. Administro mis cambios, la evolución de carne y numen, los misterios de la noche, el gesto lírico, la prospectiva y el pendiente. Sumo mares calmos, tempestades, oleajes del amanecer, ansiedades del posible y bloqueos de la edad.

 

  Recuerdo ahora los momentos de mayor soledad en mi existencia, cuando me cercaron las muertes familiares, y viví en habitaciones de pensión o en condominios donde con razón los vecinos me ignoraban. Entonces el dibujo, la escritura que siempre respondió a proyectos de reparación, y por las noches: la radio. En 1968, desde la habitación de una pensión en Almagro, descubrí el tango en la voz poética de Julián Centeya, el de versos orilleros y relatos del malevaje porteño. El hombre gris era  Amleto Enrique Vergiati, ítalo argentino, letrista de tango, que murió muy pocos años después de que lo conociese, en 1974.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: La voz (c)

La puerta de mi departamento ...



238.

  La puerta de mi departamento carece de cara interna. Todo: presente, pasado y futuro, está en la cara exterior de mi puerta cerrada. Hay momentos en los que veo treinta mil cuerpos desaparecidos tatuados en milenario abrazo sobre la madera. Acaso vengan a buscarme; no me resistiré.

 

  Algo que puede hacerse con el tiempo es la equiparación.  Tan impedidos ahora como durante la dictadura, aunque con alguna esperanza más, perfectamente conscientes e informados.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Carlos Alonso (c)

Cautivo. Calle...



 237.

  Cautivo. Calle vedada; aislado en terreno propio, sin proyecto en las ventanas. No digas nada; no digo nada, porque quien escuche supondrá la inmediata infección. Sano mi animal; sana la mente y el sentido común. Llego de la picota y caigo en un tamiz para sobrevivientes.  Todo cuanto componía mi jornada de trabajo un mes y medio atrás, ya no existe. Y no alcanza la invención, sencillamente porque los útiles de labranza son otros. Y desconocidos.

 

  No tuve recreo al cabo de mis operaciones. No supe lo que podría haber sido un regreso con amigos. No alcancé madurez para el amor antes del acoso de una pandemia.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Carlos Alonso (c)

Derivamos atrás ...


 

236.

  Derivamos atrás treinta y ocho años; besos y abrazos se fundieron en este crisol de anuncios sin fronteras. Somos globales ahora, para vida y muerte: amanecemos en China y almorzamos spaghetti en Piazza Navona desierta, mientras escuchamos un batir de remos de Antonio abandonado por sus dioses. Después volamos en alfombra irakí hasta alcanzar tierra natal, y somos bastante más, o mucho menos que argentinos en manos de la pandemia.

 

  La memoria escribe, y al hacerlo consuela. La lectura afirma y vence.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Carlos Gorriarena (c)


Especular será ...

 


  Especular será, como aquella de Leonardo, la escritura que resiste teclados y palabra. No hay secretos aquí, o es que aun en acopio personal de silencios desconfío. Este es tiempo de historias cercenadas, mirada borrosa, aludes que bloquean los caminos.

 

  Lo dicho tantas veces. Cuando la escritura interior es codificada por imposibles. De lo mismo que tiempo atrás me acusaron, yo acuso ahora a todos: no hay comunicación.


(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Escritura especular 


12 de septiembre de 2022

El futuro, como ...


 

234. 

  El futuro, como un querubín borracho, zigzaguea y languidece. La rebeldía dejó de correr tras mis palabras.

 

  Palabras huérfanas de padre y descendencia.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

 Ilustración: Pxfuel (c)


Estoy de verso...


 

233.

  Estoy de verso presente, dice la poeta Angélica Morales. Y me pregunto si el poema es tatuaje o turbia emanación de la melancolía. No alcanza el cuerpo, y el recuerdo más temido precipita piernas abajo sin taludes, ya sin tinta ni sonido.

  La pandemia es este desconocido abrazo de la muerte; una conciencia diferente de cuanto no dijimos ni alcanzamos. Insisto en la escritura, y el verso se puebla con suspiros, columnas de humo en la distancia, animales de los enterramientos, voces difusas, espadas que blandió mi pasado.

 

  El presente acaba resultando un diario deseo de futuros. Y los futuros, una diaria incógnita del deseo. La realidad.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Haenuli Art (c)


Sobre miserias del cuerpo...


 

232.

  Sobre miserias del cuerpo trepa este amor de esfinge, sin latitud ni latido. Continúo integrando la nómina de condenados a muerte, aunque ahora el tiempo pesa y van descolgándose fantasmas entre esperas. Todo dependerá de lo que hagamos/ durar nuestro nombre, ha dicho desde Sevilla Miguel Veyrat; respeto su magisterio y no cesa mi lectura.

  La puerta de calle está cerrada; nadie llega y nadie sale.

 

   Amor mío, mi compañía, mi apoyo permanente. Mi nombre está en tu boca, y en las bocas de mis hijos. No me alcanzarán los brazos para que me pronuncien al estrecharlos.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Gustave Moreau (c)

 

La casa del poeta ...


 

231.

  La casa del poeta existe puertas adentro; de frontis variable, su fachada sugiere solo necesidad de ingreso. La imagen verso a verso atrae y es conjuro que cifra la palabra para alimento de dioses y campeones.

 Ahora, el distanciamiento entroniza la lectura, torna las puertas en batientes sin cerraduras, instala enjambres de obreras en jardines interiores.

  A la hora de escribir, siempre existió confinamiento. Quien diga lo contrario seguramente miente. La escritura conjunta, solo es creativa en el acto individual.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Complejidad (c)


Continúo inmóvil ...



230.

  Continúo inmóvil; la letra me adelanta, desviste al que hubiera sido, echa un sayo gris sobre quien fui. Ella canta sin voz; marcha sin ruedas ni pies. La letra multípara sangra con mi sangre, implora con mi voz, se oculta en mi sombra y canta. Siempre canta.

 

  Aunque letra y voz siempre fueron las mismas, solo en 2011 las descubrí propias. Entonces, volví a mi libertad de infancia, y dispuse de veinticuatro horas diarias para escribir.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Campo de relámpagos (c)


Caen celajes ...

 


229.

  Caen celajes de la memoria; el recuerdo ha muerto, o en realidad jamás nació ninguno de esta especie. Se han cerrado las fronteras, y al mismo tiempo se alza el límite social. Transcurro antesalas del anónimo, y al tomar distancia pierdo el nombre, deja de interesarme el nombre ajeno.

  La suma de experiencias gravita con peso muerto. Miro sin ver; palpo sin reconocer; huelo sin que me atrape el abismo. No hay paraíso perdido ni posible; el infierno dejó de arder. El frío polar penetra mis sentidos; me he sentado a esperar que el dolor cese, ahora que la vertical de humanidad cede.

  Los deseos hilan palomas en altura. Ellas, incontaminadas, arrullan todavía. Pero ninguna echará a volar porque el aislamiento prosigue.

 

  En mi infancia, la libertad consistió en cincuenta metros de fondo, con flores, viña, gallinas y huerta. Las palomas eran entonces simples vigías en lo alto de cornisas. Jamás me atreví a molestarlas. La primera vez que contemplé a una muerta, piedra y honda tuvieron el nombre de mi amigo Jorgito. Después su mamá la cocinó, y la comimos; pero allí, no había vuelo que cupiese.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilyustración: Alamy Stock Photo (c)


Artefacto es hecho ...


 

228.

  Artefacto es hecho de la destreza; artificio, hecho del arte. En el primero, prima  la  técnica, y en el segundo –el que prefiere Borges–, la creatividad. Nicanor Parra define como artefactos, los dibujos a mano alzada en su cuaderno, que combina con textos breves, quizás versos sueltos.  Considero que los caligramas de Apollinaire son claros artificios, como así también las imágenes tortuosas compuestas por escritura con pincel, de León Ferrari. Estas últimas son mis preferidas. Ensayé estas experiencias, y mi fracaso absoluto dio cuenta de las dificultades de la plástica, cuando en el ensayo prima la expresión literaria.

 

  Mis recuerdos de infancia, incluyen múltiples fracasos, al intentar reproducir las pinturas de Xul Solar que ilustraban tapas de la revista El Hogar. El naciente buen gusto por la plástica, no siempre podía responder con idéntico lenguaje. Para aproximarme a la verdad, lo mío serían palabras, y preferiblemente el verso.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: León Ferrari (c)

 


Encontrarse en sí ...


 

227.

  Encontrarse en sí, porque no existe el vacío. Recurro a la memoria, mi continente, y al consuelo de actividades que me atraviesan como sudestes de la renovación. Ahora, en soledad, cuando el ánimo gregario se soslaya, la escritura conduce a cierres diferentes. Pero el oleaje no se detiene; floto y flotamos en una línea de agua quieta, en interiores de la ola, tras la piedra y su destino de arena.

  Al final de esta frase hay una constelación, dijo Rafael Felipe Oteriño en su Poética, porque por igual la realidad nos aborda. Y el mundo está ahí, aunque más lejos estos días.

 La edición, la palabra en otros: mi consuelo; la elección del maestro, mayúsculo aliento en tiempos crepusculares. Rafael Felipe Oteriño, poeta mayor de mi ciudad, cuya amistad me honra. Recuerdo ahora que en 2008 consulté por la edición de uno de mis poemarios a Pablo Anadón -Ediciones del Copista, entonces–. El libro que le presenté, fue el poemario que finalmente publiqué en 2013 con el título A ojo y de oídas. Pablo Anadón me había contestado entonces, diciéndome que había en esta selección algunos poemas maduros, pero que en general debía estacionar el libro por algún tiempo, para que el contenido decantara. Como si se tratase de vino, pensé.

  Si la comparación vale, desde aquella consulta decantaron en las vasijas vinarias de la mirada, poemas de otros muchos libros que publiqué. Y por añadidura, debo confesar que aún me tienta decantar viejos poemas al ejercer la propia relectura. 

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Mar del Plata 


Mi cuerpo se alza ...

 


226.

  Mi cuerpo se alza sobre dos piernas aferradas a la evolución. Ellas flaquean tras el paso largo, y bajo aceleración de palpitaciones. Sobre tales columnas: el sexo dormido durante lapso prolongado, y un vientre dos veces perforado, sensible al roce y del que todo contenido intenta fugar hacia el exterior y las galaxias. Pese al vuelo verbal, este es tiempo de alas breves incapaces de sostener el esqueleto más allá de un instante de gloria. Mis manos duelen en cada articulación; confiesan la torpeza del desuso, y solo sirven –como ahora mismo– a la hora de teclear. Le son negadas caricias a mis extremidades superiores, como así a unos labios, secos y con frecuencia ampollados. Y mi cabeza: ¡qué decir de ella!, siempre en hervor, siempre acompasando al órgano cordial, incapacitada de corridas y entrega. Cabeza abajo: ella vuelca por accidente y se derrama en angustia y llanto.

 

  Confieso el crepúsculo. Aunque busco aún satisfacer deseos. Me detengo al descubrir la belleza en cada imagen. Mi existencia consiste en intermediar las artes.


(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Imogen Cunningham (c)


Desde el inconsciente ...

 


225.

  Desde el inconsciente las palabras dictan, y después Imogen Cunningham fotografía. Decía Pablo: … Noches con ejes claros, / partida, material, únicamente voz,  únicamente/ desnuda cada día. / Sobre tus pechos de corriente inmóvil, / sobre tus piernas de dureza y agua, / sobre la permanencia y el orgullo/ de tu pelo desnudo Y mis palabras brotaron verdes y grana, apilaron muros, diques, la corriente  anarquista de mi adolescente. Y cincuenta y ocho años más, como si fueran un simple parpadeo.

 

  De Alianza (sonata), en Tercera Residencia son los versos transcriptos. Insinúan la imagen desbordante de la amante secreta de Pablo Neruda. Y mis primeras experiencias sexuales, como consecuencia. Increíblemente, esos libros aún pueblan mi biblioteca; los que no presté se mantienen casi nuevos. Son parte de mi cuerpo, indudablemente, pero contradicen a la carne porque no envejecen.


(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Imogen Cunningham (c)


4 de septiembre de 2022

No hay mayor desnudez ...

 


224.

  No hay mayor desnudez que la del inconsciente. Allí encontraré el primer idioma: dolores de Adán, culpas de Caín, sospechas de Eva. Regreso a las primeras lecturas: Descubrimientos espirituales de Giovanni Papini, a mis catorce, y el Pablo Neruda de Tercera residencia, a mis quince. El deseo, la belleza, el arte, montaban la potencia adolescente, y hubo brillo en placeres de toda desnudez. Después Herman Hesse y particularmente Demián, a despecho de las opiniones de don Julio.

 

  Mis regresos al pueblo natal en los veranos; las primeras pilas de libros, ingenuas todavía. Las compras en librerías transparentaban lecturas de mi hermana mayor, y recomendaciones formativas de mi madre.

(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021

Ilustración: Arnaldo Macedo (c)