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Siempre te vas, despidiéndote o no; en eso nos parecemos. Pero te ponés
en fuga avisando. Decís: no me busquen
porque no me van a encontrar. En esto no coincidimos; yo me voy sin
proclamarlo, pienso que al resto le basta con mi ausencia, que creo notoria
–quizás es en el peso de mi falta que tanto me equivoco, porque en privación,
uno puede pesar más que otro–.
Cuanto pende o arrastra: una mochila, la valija, el tiempo dedicado a
seleccionar lo que acompañe, la ruta o riel en perspectiva, quizás un
aeropuerto, tal vez vos descanses a un lado del camino sentada en la valija. Yo
no podría.
Siempre nos vamos: somos la frustración del personaje que alcanzó su
estadística, y elabora el desenlace.
Pero este es tiempo de irse poco, o de no irse demasiado lejos. Los viajes a la capital, los vuelos al exterior, casi todos los traslados se han acotado en tiempos de pandemia. Y lo que más se lamenta es la ausencia de visitas, de los poetas de extramuros, que colmaban las mesas de lectura en marzo, o que durante el año decidían presentar sus libros aquí; ellos ya no vienen. Sin embargo yo viajo; diariamente elijo un destino y enfoco en él la escritura. Para que todo vuelva a suceder.
(c) Carlos Enrique Cartolano. "Scherzo", 2021
Ilustración: Polly Penrose (c)
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