Me
recuerdo motor y consecuencia en la nueva edad de mi vida, esta que se perpetúa
desde la última fractura –soldada, creo, al punto de que aquí posea continente
de mi existencia más entrañable-. Como hoy, entonces algo me despertaba muy
temprano para permitirme contemplar las primeras luces. Reconocía en mí
entonces, como hoy, la capacidad de codificar las sensaciones; había un
torrente de signos y símbolos consecuentes. El discurso nacía día por día,
sorprendiéndome. La escritura me enseñó todo lo que antes inexplicablemente
ignoré, pese a la educación recibida por experiencias de vida y tantas buenas
lecturas.
La catarata de
cuerpos sensibles
bajo ajena y
propia piel.
(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras imaginarias, 2018
Ilustración: Domingo de Pedro Jiménez (c)
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