Solo se llega al poder/
en otra bestia,
dice Leopoldo-Teuco-Castilla. Es Ngorongoro, donde el poeta muestra testimonio
de cuanto queda en África, la cantera del imperio. Y otros dicen que suba a lo más alto del Mont
Oké-Egnité para copiar la visión de los reyes mutantes, las cuarenta y dos
colinas, Dassa-Zoumé que cuelga sin lugar a deslizamientos, y la sabana en
torno. Allí todo vuelve a animarse en la mirada, y cada ser cuenta con
múltiples versiones según esté, celebre rito, o se vista. Porque no hay
disfraces sino prodigios de mudanza.
Pero
también ahora, el tiempo opera cambios en poderosos que cuentan proezas a la
par del botín. Como en Benin, los potentados de mi tierra tienen claro qué depredar
y salen de caza diariamente. Yo, que llevo mi cuerpo sobre piernas que ya no
sirven para escapar, logro presenciar las metamorfosis y sus resultados en
hienas, dragones de comodo, moscas tsé-tsé, leopardos, víboras gariba, arañas
bananeras, pulpos de anillos azules, hipopótamos, cocodrilos de aguas saladas y
mosquitos, en orden creciente de ferocidad.
África de Teuco
Ilustración: Dassa
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