Lentamente se le fue ocurriendo que no eran
los ojos los que distinguían todo eso,
sino la sangre, que se lo otorgaba a los ojos.
Yorgos
Seferis, Seis noches en la
Acrópolis
Mis cañerías azules son visibles las elogian agujas y
Transfusionistas sus circuitos no dejan marcas. Pero
Esta vez la mano que plantó jeringa era inexperta o
Quizás mis venas claudican ya fugan hacia el hueso
Porque mi brazo viste orondo un cardenal azulgrana.
Como sucesivas manchas de tinta azul y roja en plano
De papel secante estirando sus tarántulas luminosas
Alrededor de la cañería: así luce mi porción sometida.
Me pregunto si mis carnes momificarán como en aquel
Guerrero forjador de metales que pace en autopsia
Tres mil años después de ser flechado en el cáucaso.
Si quien lo secciona halló glóbulos rojos en las
heridas
Es seguro que recoja imágenes en los espejos trizados
De sus ojos: identifique atacantes distinga la silueta
De una mujer el pardo de la mirada su punzante agonía.
© Carlos Enrique Cartolano. De A vuelo de ángel, 2012
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