La permanencia de una
voz alentadora
A las tres de la tarde el sol cae a plomo sobre
las baldosas rojas. Irisan el aire flamas transparentes que asocian la realidad
exterior con ardores de la conciencia. Quizás por mi nueva lectura de la poeta
Valeria Pariso, que esta vez incluye sus dos últimos títulos: “Donde termina
esta casa” y “Del otro lado de la noche”. Lectura conjunta, en el orden que
creo cronológico, y sin que medien más que unos pocos minutos entre uno y otro
libro. Experiencia enriquecedora que confirma y sorprende. ¿Cómo es esto?
Conozco a Valeria desde 2012 y ha sido, sin
ninguna duda, la poesía que más me ha movilizado desde entonces (considero por
cierto que mi opinión no es aislada). Y digo que esta lectura confirma los
valores literarios de Valeria Pariso, tanto porque además devuelve en página
impresa poemas que tengo leídos a partir de la diaria invitación del blog de la
poeta (http://tantotequeria.blogspot.com). Y por último dije
que sorprende: esta es una poesía de la diaria realidad que penetra la esencia
humana y revela el sentido erótico de cuanto “sucede”, como de cuanto
“hacemos”. Que no es poco. Yo diría que ¡es todo lo que podemos esperar de la
expresión poética! Aquí no hay graves recorridos intelectuales; tampoco
delirios que motive la efusión literaria. Se trata de una senda para operar interiores
del lector, se trata de completar lo que jamás podrá completarse, aunque no
podamos cejar en la tarea. ¿Qué otra cosa nos cabe en la existencia?
El erotismo, dice Georges Bataille, “es la
aprobación de la vida hasta en la muerte”. Creo que la poesía de Valeria Pariso
respeta con notable justeza la definición del pensador francés. Y así como esta
concepción fue y es revolucionaria, el trabajo de Valeria –sobre todo en sus
dos últimos libros- pone al derecho y en claro cuestiones básicas que más de
una vez la cultura deforma, tergiversa, corrompe.
En el primero de los libros, considero central
el poema “13”, al que continúa por cierto el “14”:
Donde
termina esta casa existe un muelle.
Un muelle
sirve/ básicamente/ para
dos o
tres cosas/ primero: para leer
poesía en
la parte de abajo/ segundo:/
para
esperanzarse en la parte de arriba/ y tercero:
para
fotografiarlo/ o dibujarlo/ o inventarlo/
según la
desesperación/ con que se necesite
un
muelle.
Es la vida que busca un punto desde el cual
proyectarse en la palabra, una rampa de lanzamiento: el libro mismo, el abrazo
de la persona querida, la mano que trabaja junto a las propias. También para
Cora, que
… a los
trece/ podía pasar doce sombrillas
después
del muelle/ y a los quince/
Osvaldito
la besó/ apretadísima al muelle/
sin que
la madre supiese nada de nada.
Como es lógico, junto a la contención amorosa
campea su opuesta –la soledad-, como se aprecia en el poema “21”:
Me
conmueve
la
ficción inconfesable del olvido/ el
recuerdo
inmóvil donde todo sucede.
Quiero decir:
esta memoria nuestra/
a la
intemperie.
Y nos recuerda a Foucault en sus definiciones
sobre la literatura, cuando refiriéndose a su vecino permanente (el mar),
Valeria pregunta en el poema “24”:
¿Estaremos
siempre a merced de un mar
que
insiste en una didáctica de repetición:
golpe
salado sobre los pies heridos/
golpe
salado sobre los pies heridos?/
¿Dirá la
ola: esto queda en tu memoria/
esto no?
El mar como la palabra escrita se sirven de la
reiteración para alcanzar la maravilla. Sólo a través de la literatura es
posible revivir, devolverse actividad y sentido en la memoria. Estos libros son
receptáculos de experiencias íntimas que la poeta comparte con nosotros.
…
Debíamos guardar/
muchos
caracoles.
Realmente
muchos.
Todos los
que la ira del mundo
separó
del mar. (Poema
“26”)
La tarea del poeta consiste en devolver a la
humanidad los tesoros perdidos, impedir a toda costa el olvido; por supuesto influir en la cultura de masas,
cavar nuevos surcos y ofrecer cosechas hasta aquí desconocidas. Ese camino es
el que continúa de uno a otro libro, como si el segundo se ocupara de las
cuestiones que quedaron pendientes en el primero, ofreciera “comenzar” a
completarlas. Como si “donde termina esta casa” se hubiera cernido la noche, y
la tarea hubiese consistido en transitar “del otro lado…” para rescatar la
verdad de amor y dolor (¿no se trata acaso de las dos caras de una misma realidad?).
Aquí caben las mismas consideraciones que
formulamos para el primer poemario, pero en “Del otro lado…” se pone de
manifiesto el trauma de un dolor profundo, del que emerge la palabra
reveladora, combativa, que sana. Se encuentran la confirmación y la sorpresa;
vivimos la poesía de Valeria como propia en todos los casos. Aunque rescato
como “central” el poema “23”:
Quién te
dirá de mí,
quién te
dirá del canto
que
encierra
la última
tristeza,
las
flores sin olvido,
la
palabra sin aire,
la aridez
de este paso,
la
cicatriz del tiempo,
el temor,
mi temor,
el cielo
de las manos,
mis
manos,
quién te
dirá mis manos,
quién te
dirá el dolor.
Una aclaración que juzgo pertinente: cuando
hablo de “sorpresa” me refiero a “conmoción”, a la potestad de esta poesía para
evocar en nosotros la emoción de la autora, en igual o aún mayor medida. ¿Somos
los lectores quienes estamos a su lado en el poema “29”?
A veces
pienso,
con qué
habremos sujetado,
vos y yo,
el cuerpo
a la intemperie,
la voz al
corazón y el corazón al hueso,
las manos
al lenguaje
y el
lenguaje a la tierra,
con qué
los habremos sujetado,
que
hagamos lo que hagamos
no se
sueltan.
O en el “32”:
No
entendíamos por qué
en el
cuerpo
todo el
tiempo nos aparecían
regresos
y despedidas
regresos
y despedidas
como si
una ciudad completa
no
estuviera decidida a irse
de
nosotros.
Y esta maravilla de la disposición amorosa en
la mujer:
… Sin
piedad, como una jabalina,
el
universo me arrojó el amor.
Y yo
estaba,
ay Dios
mío,
ahí.
La fortaleza de la poesía de Valeria Pariso
está en los cierres, en el hallazgo de los universales que a todos mueven por
igual. Amor y dolor. Y ya dijimos que los creemos fenómenos de la misma
especie: el hombre. La disolución del ser por causa del sentimiento mayor, que
es vocación y destino de la existencia.
Recomiendo la poesía de Valeria Pariso.
Recomiendo su lectura; el seguimiento de su producción incesante. Poesía que me
mejora, y que seguramente operará efectos similares en cualquier otro.
Carlos Enrique Cartolano
Mar del Plata, 27.12.2015
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