Acerca de “Apología del
viento” de María Cristina Di Lernia
Había
supuesto la dificultad propia de este libro importante, por cierto intenso y
extenso, en el pleno sentido de esas cualidades. Por eso fui planeando durante
varias semanas alternando poemas, y después hice dos lecturas completas. Acabo
de concluir la segunda y creo que mis juicios sobre la poesía de “Apología…”
han madurado lo conveniente. Claro, sin que ello sea garantía de aciertos, ni
aún de beneplácito de la poeta.
Casi
sin quererlo utilicé “maduración”, tal una de las características de los
trabajos contenidos en este volumen. Largamente esperado, largamente anunciado,
pacientemente tejido por su autora; maduro, y por ello jugoso, intenso y
extenso como dije al comenzar.
“Apología…”
consta de seis secciones o series de poemas. La primera de ellas, si
verdaderamente se trata de “Poemas Secretos”, consiste en una violación del
eventual “secreto”, ya que aquí encuentro franca apertura expresiva, tales
como en “Juro”:
… esta
costilla
ha dolido
desde el génesis
y habrá
que extirparla
un día
cualquiera,
sólo para
que el corazón
disponga
de un espacio
apropiado
a la
tensión de sus latidos (Pág 17)
La
poeta enamorada busca espacio para que su corazón reboce en paz; esa su
realidad, pero también devela deseos:
… Quiero
la tarde en la que el páramo
huele a
paraíso
y la
espesura
desde la
sombra urde el destino… (“Quiero”, pág
18)
Impecable
uso del lenguaje, sintaxis clara y limpia, absolutamente directa si es que algo
puede ser catalogado de simple y directo en esta poesía de arterias tensas.
Destaco aquí la belleza de los siguientes versos de “Dosis”:
… Siempre
que no lleguen
los
paseantes de a veces
que se
instalan hasta disolver mis equipajes
y parten…
(Pág
19)
Como
puede notarse, voy página a página anotando pasajes que considero de absoluta
importancia. En rigor, merced a mi recurrencia al texto, han quedado pocos
poemas donde no haya señalado algún verso o conjunto de versos. Con afán de
síntesis, omitiré algunas de mis observaciones. Diré que considero valiosísimas
la serie de imágenes de “Las otras”
mujeres que coexisten en la poeta, esas…
…
concilien los reclamos de mi sangre
y suelten
sus sacos
de
buitres o de alondras
y
cabalguen sobre el fuego
de las vírgenes
rotas de amor… (Pág
21)
y que valoro el tratamiento de la conjunción
carne/ espíritu de la presencia poética, patente en todo el libro, y
especialmente en este pasaje de “Cruz”:
… sobre
este cuerpo que casi reconozco
de tanto
andarle adentro…
(Pág 29)
Hacia
el final de la primera serie, considero central el poema “El lugar”. Aquí, la poeta se plantea la razón del “ontos” desde la
“estancia”, es decir la potencia de “el estar” para echar raíces y gestar la
esencia personal. Un licor añejo seguramente…
Hay un
lugar
del que
puedo volver sin olvidarme,
y
regresar
cada vez
que sea necesario parir la vida,
retomar
esta carne,
esta
manera de andar por el mundo,
sin
olvidarme.
La
poesía, se ha dicho, confirma que el olvido no existe; la experiencia poética sinfín
reitera la vida depurándola, la aclara y alivia.
En la
segunda serie, María Cristina Di Lernia, refiere a los “Poemas del Amor”. Y
puntualizo desde ya que la poeta no es una mujer que llora; al contrario,
parece ser una heroína que vuelve victoriosa de toda batalla. Es una mujer
fuerte, y lo demuestra verso a verso en esta serie de poemas de amor. Hace
poco, un poeta español expresaba en una red social su hartazgo por “los mocos”
femeninos. Más allá de acordar o no con esta expresión, o con razones de un
eventual cansancio, debo destacar que la postura de la autora de “Apología…” es
novedosa entre nosotros, y se vincula con la mejor poesía de “resistencia de
género”, representada entre otras por Gioconda Belli. Una mujer fuerte que da
la espalda siempre, que combate el humo y mira a los ojos…
“… Puedo,
desde el entrecejo de la loba,
herir de
muerte las cenizas, enterrarlas…”
Aunque:
“… Puedo
también el amor.
Puedo” (“Puedo”,
Pág 38)
La
fortaleza femenina permite a la autora limpiar el terreno, ver con claridad
meridiana, aunque con la necesaria dosis de ternura:
“… la
voracidad de las uvas
la vez…
la otra
vez del cielo con las manos,
la otra
vez de los pies en el infierno” (“Volar”,
Pág 40)
Y
también en estas imágenes de las más bellas del libro:
“… cuando el alma
rebalsaba el corpiño de la noche
y la verdad era simplemente un pájaro
un hijo inconsulto de la tierra
la sed
la vez primera.” (“Magia”, Pág 45)
Vuelvo
a saltear multitud de notas, paso por sobre uno de los mejores poemas del
libro: “Deserción y milagro” y me
detengo en el que considero central en esta serie: “Sobrevivirse”. Está explícito aquí lo que comentaba al principio,
acerca de la fortaleza femenina y la poeta “heroína”:
“… cruzar
los límites y andar
como un
héroe anónimo entre las barricadas
contra la
destrucción y el mito.
Mientras
allá lejos, como un alfil sin condiciones ni raíces
que
sucumban,
nómade
desde siempre,
aventurero
sin huellas ni vestigios,
deambula,
simplemente, el amor.
Lejos de
la permanencia inconclusa
en la que
se hunde cada vez el desacierto
hasta
tocar el fondo del abismo
y
regresar,
ciento
por ciento
a
sobrevivirse,
malherido
y entero”.
(Pág 55)
La
tercera serie de “Poesía Insomne” encuentra su climax en “La Piedra”, un poema depurado, redondo, de perfecta expresión
sustantiva y verbal:
“Hay una
piedra. Siempre.
Entre las
rodillas de la luna. Siempre.
Bajando
por las trenzas de la tarde. Siempre.
En cada
uno de todos los caminos.
En el
idioma de los sabios.
Detrás de
las cortinas del verano.
Entre las
manos de los vivos.
Debajo de
la almohada de los muertos…
Siempre”. (Pág 70)
Hasta
aquí, en mi opinión lo más notable del libro. En la serie de “Poemas
alucinados”, he preferido el dedicado por la autora a su progenitor; allí se
formulan larguísimas preguntas que ponen a prueba el arte de la escritura de
María Cristina Di Lernia. Por supuesto, con resultados óptimos:
“… ¿Quién
sostendrá mi aullido
y
acallará tanto frío animal
tanta
tristeza?
¿Con qué
voz destejeré el pan
y soltaré
el dolor
ahora que
tu frente es celeste
y me
lleva de ronda
hasta tu
podio de algas,
hasta tus
ojos de cielo demorado?...” (“En memoria II”,
Pág 86/87)
En
“Poemas por la tierra”, me he quedado con “Culpable”,
de notoria actualidad y franco rigor:
“… Quiero
saber su nombre
qué
bandera oculta sus discursos
si su
descanso perturba a las naciones
si alguna
vez sufrió cosechas en su sangre
si
asistió al funeral de una gaviota
cuál es
la estatura de sus ojos,
cuáles
son los espejos de su rostro…
quién
oculta su firma…”
(Pág 94)
Finalmente
en los “Poemas acontecidos” la autora se dirige a los poetas, a su ciudad, al
Atlántico –nuestro mejor vecino- y finalmente a su nieto, a quien nombra
heredero en la siembra verbal:
“…
Entonces, es necesario que crezcas hacia adentro
para que
no olvides
la
condición labriega
de esta
humanidad de imponderables…” (“Canto
para Tomás”, Pág 104)
En
suma, un libro que debe retenerse en la biblioteca. Alto
estándar de calidad literaria, elevada exigencia de la autora en su escritura,
notable equilibrio y contenido homogéneo. Destaco, finalmente, el acierto en la
elección de los epígrafes cuya existencia es autónoma, y a la vez integran el
contenido del libro sumando emoción.
Carlos Enrique
Cartolano
27.12.2015
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