Uno,
dos, cuatro, nueve, veinte pajareras. Podría disponer cientos. Pero no resta en
mí afán de orden ni menos la clasificación. ¿Qué orden? Apostamos al caos para
remediar la herencia, dijeron y repiten. Pretendo la guarda, un punto de vista,
tender la mirada como ropa de cama, la mejor imagen. En síntesis: la
traducción, como superación de soledades y melancolías. ¿Para qué clasificar si
no hay regencia posible? Ir al encuentro
de la fealdad entonces, o de la belleza, porque da lo mismo. Los pájaros
azules –si los hay– se verán mejor junto
a los blancos. Y los pardos, estos que alardean y clavan zarpas del final, son
los del más hermoso horror. Aún hay oportunidad de pájaros negros, capaces de
recortar la noche. Pajareras para traducir.
Fogwill II
(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras Imaginarias, 2018
Ilustración: Irene Hardwicke Olivieri (c)
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