Me
desvela el conteo de vértebras al guepardo. Pero sólo las de su cola, el arco
gamado ámbar negro que le sucede en equilibrio a la carrera. Cuántas vértebras
habrá supuesto el primer dibujo del demonio, con cola feroz por ser animal.
Sería aquel de Hieronymus Bosch, o
quizás diablos que dibujaron los monjes copistas en pergaminos, santiguándose
cien veces antes de quedar conformes.
Resultan de la cuenta
veintiuna vértebras en cola del felino, y veinticuatro en humano maduro que no
tiene cola, aunque yo y todo hombre o mujer seamos a la vez hijos de ángel y
demonio. En pleno siglo veintiuno cargamos el vestigio de la cola, y la
medicina documenta cien casos de colas crecidas hasta unos veinte centímetros. Constan
sólo de tejido conectivo; carecen de vértebras.
Pese a la opción de
nuestros antiguos, no somos sino animales mutantes en franca extinción. De
demonios, nada.
Visiones dos
(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras Imaginarias, 2018
Ilustración: Monster Brians (c)
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