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3 de enero de 2016

Jorge Paolantonio


En torno a En este duro oficio 

//Coedición de Imaginante Editorial –Argentina- y Biblioteca Piloto del Caribe –Barranquilla, Colombia)//

Esta antología de Jorge Paolantonio recoge poemas de todos sus libros, por lo tanto de diferentes momentos y lugares de producción literaria. Se trata así de una edición encantadora, por la suma de virtudes literarias del autor, como por el ensamble de voces y niveles de lenguaje. Salvo honrosas excepciones no he integrado antologías colectivas; tampoco prefiero su lectura. Creo que las diferencias expresivas de los antologados terminan confundiendo al lector desaprensivo, al punto de perjudicar en muchos casos la suerte de la poesía editada. Pero las antologías individuales me resultan prácticas y siempre me dejan satisfecho; básteme comprobar la presencia de poemas que recuerdo y he preferido. Además, siempre hay razones para que un poeta elija determinados poemas y resulta muy interesante inquirir por ellas en lecturas y relación contextual.

… acaso hayan rasgado mis vestiduras
y esta desnudez
                   ya sea el canto (Del orden y la dicha -2011-)

         La poesía viene invariablemente forjada por raíces, por el origen, por  argamasas del hombre primitivo, aquel de todas las preguntas. Y el poeta hoy salta por encima de las estructuras culturales y descubre –en su desnudez- el lenguaje, toda sorpresa, la mayor parte de los cuestionamientos que ha resuelto (bien o mal, siempre provisoriamente) la humanidad al cabo de tantos siglos. La poesía es también resistencia frente a la desvalorización de la vida, ante el nihilismo que poda de muerte y dolor a la existencia, como si pudiera escindírsela y vérsela desde una posición única. Qué importante es la respuesta del poeta cuando su producción puede verse como la nueva religión del hombre contemporáneo.
         He preferido en la selección que comento el poema self portrait (autorretrato) perteneciente a Peso muerto/ Dead weight (2008), porque al hablar de sí Jorge Paolantonio revisa la existencia de la humanidad toda y deja claro cuán importante es la muerte, siempre creadora de vida:

         fin y cabo de mi propia historia
         tanto desvestir mis santos
         mi infancia demorada          adolecer violeta
         tanto elegir              tanta catástrofe
         esta prisa
         para quemar las naves bajo el puente
         y esperar que una lluvia lave
         la sucia perra soledad de lo que acaso
         importe sólo a medias
         (…)
         no quedar en ojos que saben que nos vamos

         vestirme de nerón para fotografías
         morir en flash es vivir siempre.

El hombre, ser discontinuo en busca de su continuidad, diría Bataille. O bien, el hombre insaciable envuelto en una madeja de deseos que buscar resolver por sí, antes de que los atienda (invariablemente mal) el tiempo social, la técnica o la droga, que desembocan en soledad del existente.
Aprecio la riqueza de una poesía viajera que pese a su homogeneidad parece haber sido escrita en muchas y todas las estancias del poeta:

… todo tiene un doble fondo
         un pie que no se ve
         un estante oculto
         una mentira que aprieta su sonrisa
         y duele como muela mala…

Duele como muela mala, verso para recordar a mi parecer, infantil en su musicalidad, propio en su contexto de un razonamiento exquisito aunque sencillo y popular. Esta es la otra característica de la poesía de Paolantonio: la incorporación del habla y la sabiduría familiares, los personajes cercanos al poeta que son tipos del noroeste y mitos del pueblo. Trabajos como Álbum de familia (Huaco, 1999), en los que la historia del poeta pasa a un plano de generalidad; entrega herramientas para un lector mirará con óptica suprarreal en su propio interior:

         … un párpado
         más abierto que el otro
         para espiar el más allá…

Y cada vez que Paolantonio revisa su historia, su itinerario (ahora en Extraña manera de asomarse -1989-), lo hace con una mirada útil a todos, limpia, cristalina, universal casi, dueña de una lente potente que ve en la profundidad:


Les diré
que anduve por los ojos y en los labios
que no supe el camino
hasta ver más allá de los espejos
que olvidé –con tanto olvido-
el color de mi único lugar
que fui silencio
-casi una mudez empecinada-
y que no quise sino patios descalzos
acaso alguna noche
-una noche tan sólo-
tuve al ángel cuidándome los nombres

         Esto diré a los hijos de mi asombro

Soy uno de esos hijos, poeta, y seguro estoy de que muchísimos más lo somos. En este duro oficio, a través de la lectura, se producen fenómenos de gemelización, congregaciones o plateas silenciosas, y aún altares. ¡Bienvenida tu voz siempre Jorge Paolantonio!

Carlos Enrique Cartolano
1 de enero de 2016



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