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20 de junio de 2011

Fundamentos



por Amelia Biagioni

Lluvia

Llueve porque te nombro y estoy triste,
porque ando tu silencio recorriendo,
y porque tanto mi esperanza insiste,
que deshojada en agua voy muriendo.

La lluvia es mi llamado que persiste
y que afuera te aguarda, padeciendo,
mientras por un camino que no existe
como una despedida estás viniendo.

La lluvia, fiel lamido, va a tu encuentro.
La lluvia, perro gris que reconoce
tu balada; la lluvia, mi recuerdo.

Iré a estrechar tu ausencia lluvia adentro,
a recibir tu olvido en largo roce:
Que mi sangre no sepa que te pierdo.

de  “Sonata de soledad”- 1954-

El azul

Si te acercas
a su reino ovalado,
la puerta
te engulle suavemente,
y adentro
en lugar de la puerta
está la ley,
que ordena:

Hay que fijarse al tema azul
cantando sin pasado:
“Azul, azul, azul”,
y alcanzar la soga que pende azul
y enroscarla en el propio cuello
distraído,
y apoyando un pie, un párpado azul
-con el otro encogido-
en el vacío azul,
en su mano sin palma,
darse un gran envión
en torno al eje, al ojo azul,
girar desarrollándose
sobre la mano del vacío azul,
y cantar sin pasado:
“Azul, azul, azul”,
hasta que llegue el miedo,
o el rojo con espuma.
O el frío.

de “El humo” – 1967-




No puedo privarme, aunque esté enfermo,
de algo más grande que yo, que es mi vida:
la potencia de crear.
Vincent Van Gogh

Coronado de llamas en la noche cerrada
por mirasoles muros ciegos
pinta el transido Vincent del espejo
mientras la oreja ilimitada
una mitad sujeta y la otra andante
escucha en el dolor y el cosmos.

de  “Estaciones de Van Gogh- 1981-

En el bosque

Cada día una ráfaga me empuña
procurando mi identikit.
Siempre traza el rumor
que llega a la espesura y sopla:

Soy mi desconocida.

Tal vez
tu mensajera sin memoria
o tu evasión,
sopla el pájaro espejo
cancelándome.

Tan sólo sé
que el bosque errante de los nombres
es mi hogar.

de “Región de fugas”- 1995-

Cavante, andante

A veces
soy la sedentaria.

Arqueóloga en mí hundiéndome,
excavo mi porción de ayer
busco en mi fosa descubriendo
lo que ya fue o no fue
soy predadora de mis restos.

Mientras me desentierro y me descifro
Y recuento mi antigüedad,
pasa arriba mi presente y lo pierdo.

Otras veces
me desencorvo con olvido
pierdo el pasado y soy la nómada.

Exploradora del momento que me invade,
remo sobre mi canto suyo
rumbo al naufragio en rocas del callar,
o atravieso su repentino bosque mío
hacia el claro de muerte.

Y a extremas veces
mientras sobrecavándome
descubro al fondo mi
fulgor inmóvil ojo
de cerradura inmemorial,

soy avellave en el cenit
ejerciendo
mi remolino.

de  “Región de fugas”- 1995-



Amelia Biaggioni (1918-2000) ... La biografía exterior de Amelia Biagioni carece de datos demasiado interesantes; fue una historia sencilla pautada por títulos y poemas que resplandecen entre los más originales y hermosos de nuestras letras. Nació en Gálvez, provincia de Santa Fe, en 1918, y se recibió de profesora de literatura. Ejerció la docencia mientras practicaba, casi secretamente, el culto de la poesía. A instancias de José Pedroni, se dio a conocer en 1954 con el libro "Sonata de soledad", que obtuvo una faja de honor de la Sociedad Argentina de Escritores. Con ese libro bajo el brazo vino a Buenos Aires y aquí se desempeñó como docente. Se jubiló siendo vicerrectora de un colegio de San Telmo. En aquella etapa aparecieron dos poemarios, "La llave" (1958) y "El humo" (1967), en los que se mostró testigo implacable de su propia aventura interior. Esa mujer delgada, de apariencia quebradiza y tímida, puso de manifiesto en esos libros, junto con una singular destreza literaria, un acento indiscutiblemente personal, a un tiempo lúcido y doloroso. Luego, de manera muy espaciada, publicó tres volúmenes que conforman un itinerario metafísico ascendente. En "Las cacerías" (1976), la poeta es tanto la cazadora como la presa. Transfigurada en tigre, en hormiga, en rana, en león y la espesura, sus palabras exploran el misterio del existir en la selva desconocida. "Estaciones de Van Gogh" (1984) es otro hito indispensable. Sus versos apasionados, clarividentes, asumen una suerte de celebración de la vida, como los cuadros aparentemente atormentados del pintor holandés, cuyo espíritu se funde y confunde con el alma de la poeta.  Y por último, "Región de fugas" (1995), una poesía muy trabajadora en la que el lector asiste al enigmático tránsito por ese "errante bosque de nombres" que es el mundo, territorio misterioso del que finalmente nos arrebata el zarpazo de la muerte. Un libro no elude el costado sórdido de la condición humana, pero se remonta también al milagro sonoro de Bach y al silencio de las galaxias, como antes se había sumergido en la noche estrellada de Van Gogh.  La poeta (…) obtuvo el primer premio municipal y el segundo nacional de poesía, un premio de la Academia Argentina de Letras y el galardón que lleva el nombre de la autora de "Mascarilla y trébol", ya mencionado. No fue una escritora de cenáculos o tertulias. Vivió una vida recoleta, ensimismada, ajena a la "vida literaria", para entregarse plenamente, con verdadera devoción, a la poesía. Alguna vez confesó que concebía el poema como una forma de plegaria. © Antonio Requeni, de La Nación (fragmento), 21.11.2000.

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