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25 de junio de 2011

Desde Grecia, Seferis habla por boca de Stratis: ¡Y es la gloria!




STRATIS EL MARINO DESCRIBE A UN HOMBRE
por Yorgos Seferis
(fragmento) 

1.

Pero ¿qué tiene este hombre?
Toda la tarde (ayer, anteayer y hoy) está sentado con
los ojos clavados en el fuego;
esta tarde conmigo ha tropezado al bajar la escalera
y me ha dicho:
"El cuerpo muere, el agua se enturbia, el alma
vacila
y el viento olvida; todo olvida,
pero el fuego no cambia".
Me ha dicho también:
"Sabe, amo a una mujer que se fue tal vez al otro
mundo; no es esto lo que me hace parecer tan
desolado,
trato de sostenerme en una llama,
porque no cambia".
Después me contó la historia de su vida.


2. Niño

Cuando empecé a crecer, los árboles me torturaban:
"¿Por qué sonríe? ¿Su pensamiento voló a la prima-
vera que es tan dura con los niños pequeños?"
Las hojas verdes me gustaban mucho;
si aprendí algunas cosas creo que fue porque el
secante que guardaba en el pupitre era también
verde;
me torturaron las raíces de los árboles cuando venían
en el calor del invierno a enrollarse en torno de
mi cuerpo.
No tenía otros sueños yo de niño:
así conocí mi cuerpo.


3. Adolescente

Un verano -tenía yo dieciséis años- una voz
extraña cantaba en mis oídos;
fue -recuerdo- a la orilla del mar, entre las redes
rojas y una barca olvidada en la arena como un
esqueleto.
Traté de acercarme a aquella voz aplicando mi oído
a la arena;
la voz se perdió,
pero cayó una estrella
como si viera yo por vez primera una estrella caer
y en los labios el sabor salado de la ola.
Las raíces de los árboles la noche aquella no volvie-
ron ya.
Al otro día un viaje se abrió en mi pensamiento y se
volvió a cerrar como un libro de imágenes;
soñaba con volver a la playa cada tarde
para primero conocer la playa y partir después hacia
alta mar.
Al tercer día a una muchacha amé sobre una cima;
tenía una casita blanca como una ermita;
una madre anciana en la ventana con las gafas
pegadas a la aguja, siempre silenciosa;
un tiesto de albahaca, un tiesto de claveles;
se llamaba, creo, Vaso, Frosso o Bilio;
así olvidé yo el mar.
Un lunes de octubre
ante la casita blanca hallé un cántaro roto.
Vaso -para abreviar- apareció con un vestido
negro, el pelo despeinado y los ojos rojos
cuando le pregunté:
"Murió, el médico dice que murió por no haber
degollado un gallo negro en los cimientos...
dónde encontrar un gallo negro por aquí... sólo
bichos blancos.. y en el mercado las aves las
venden ya peladas".

La tristeza y la muerte no las imaginaba así;
me fui y volví al mar.
En el "San Nicolás" sobre cubierta aquella noche
soñé con un olivo viejo que lloraba.


4. Joven

Con el capitán Odiseo viajé un año,
fui feliz:
en el buen tiempo me acomodaba en la proa cerca de
la sirena,
canté sus labios rojos contemplando los peces vola-
dores,
en las tormentas me hundía en una esquina de la cala
con el perro del barco que daba calor.
Al acabar el año yo vi una madrugada minaretes
y me dijo el patrón:
"Es Santa Sofía, te llevaré a la tarde de mujeres".
Así conocí las mujeres que sólo llevan medias;
aquellas que elegimos, desde luego.
Era un lugar extraño;
un patio con dos nogales, una parra, un pozo
y, en torno, la pared con cristales rotos en el borde.
Un canal cantaba "Al correr de mi vida".
Entonces vi por primera vez un corazón
traspasado por una flecha conocida
pintada con carbón en la pared.
Vi amarillas las hojas de la parra
caídas en la tierra,
pegadas al barro miserable, al pavimento,
y di un paso atrás para volver al barco.
Entonces el patrón me cogió por el cuello y me
arrojó en el pozo:
¡qué caliente el agua y tanta vida en torno de la piel!
Después me dijo la muchacha jugando distraída con
su seno derecho:
"Soy de Rodas, por cien duros me desposaron a los
trece años".
Y el canal cantaba "Al correr de mi vida".
Me acordé del cántaro roto en aquella tarde fresca
y pensé:
"¿Morirá también ésta, cómo morirá?"
Le dije solamente:
"Ten cuidado, vas a estropearlo y es tu vida".
Por la tarde en el barco no pude acercarme a la sirena,
estaba avergonzado. 


De CUADERNOS DE ESTUDIOS (1937)


Giorgos Seferis (en griego: Γιώργος Σεφέρης; en transcripción española fonética, Yorgos Seferis) (1900 - 1971), era el nombre por el que era conocido Giorgios Stylianou Seferiadis, poeta, ensayista y diplomático griego que consiguió el Premio Nobel de Literatura en 1963, el primero de su nacionalidad en lograrlo. En 1931 publicó su primer volumen de poesía, Strofi (El momento crucial) y un año después apareció su segunda colección, I Sterna. En 1935 vio la luz Mythistorima. En 1941 contrajo matrimonio con Maria Zannou, a la que había conocido en 1936. Durante la Segunda Guerra Mundial acompañó a los políticos griegos en el exilio, viviendo en Creta, Egipto, Suráfrica e Italia. Acabada la guerra fue embajador desde 1953 hasta 1957 en Líbano, Siria, Jordania e Irak. Posteriormente permaneció como embajador griego en Londres hasta 1962. A partir de esta fecha se retiró del servicio y se estableció en Atenas. En 1963 recibió el Premio Nobel de literatura. Seferis estuvo muy influido por Constantino Cavafis, T. S. Eliot y Ezra Pound. En 1967 se pronunció en contra de la dictadura establecida por el general Papadopoulos, llegando a ser popular entre los jóvenes griegos. Seferis falleció el 20 de septiembre de 1971. Es considerado como el poeta griego más importante de la generación de la preguerra de los años treinta. En su obra destaca su amor y nostalgia por el Mediterráneo y su ciudad natal, Esmirna. Fuentes: varias.

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