Confesión
que ofende: la de un juzgador. Experiencia dolorosa, porque abusa al sensible,
revela aristas del juicio sufrido, transparenta directivas de quien paga
salarios, o copia posturas ideológicas impensadas en un juez.
No
pueden sentar a la poesía en el banquillo. ¡¿Quién podría imponerle sentencia
de exclusión?! La poesía crea o no, es factor de mutación o no, subvierte o no,
sopla pureza o no, dice diferente o no, es única o no anima en el poema.
Juzgarla supone su desnaturalización –devolverla al simple texto–, a todos los no, a lo anodino. La poesía carece de
jueces naturales. No se le conocen juzgadores que logren violar intimidades de
cuantos con ella vibren y renazcan.
Juicio imposible
(c) Carlos Enrique Cartolano. Pajareras Imaginarias, 2019
Ilustración: Sekigan (c)
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