pocas cosas tan incómodas como
cortar un dedo junto con la verdura
y después/ correr al teclado
por letras del día brumoso
(hubo
previo intento
de arrojar claridades/ un sol opaco
sobre las cosas por siempre ajenas)
y entonces dejar un rastro de sangre
entre palabras/ marcar algunos signos
sí y otros que no para mi estirpe
este club de cazadores de tesoros
el
denuedo en lo anacrónico
de una memoria que arriba exangüe.
porque supongo
la historia es arbitraria más allá del teclado
y de cualquiera de mis dedos.
© Carlos Enrique Cartolano. Calcos –memorias de
interior-, 2014
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